CARACAS.- Una ola de protestas nocturnas tuvo lugar anoche en la Gran Caracas, que comprende la capital venezolana y municipios colindantes. El Observatorio Venezolano de la Conflictividad Social contrastó, al filo de la medianoche, que al menos 30 barrios populares -chavistas en un pasado reciente- se unieron a los vecinos de Cotiza, que salieron a la calle para apoyar a los 27 guardias nacionales sublevados y rendidos en un cuartel de la zona.
Caceroladas y barricadas se desplegaron en El Valle, La Pastora, Guarenas o Pinto Salinas, así como en un tramo de la autopista Caracas-La Guaira, que conecta a la capital con el principal aeropuerto del país.
La acción más simbólica ocurrió en La Pastora, situada a pocos minutos del Palacio presidencial de Miraflores. Un grupo de manifestantes prendió fuego la casa-homenaje a Robert Serra, un diputado revolucionario que fue asesinado en 2014 durante un asalto a su domicilio y se convirtió en un «joven mártir». El canal de noticias VPI reportó que también ardieron una sede cerrada de Petróleos de Venezuela (que se dedicaba a repartir alimentos) y un módulo portátil de la Policía Nacional Bolivariana.
En la avenida Fuerzas Armadas, en pleno centro de la ciudad y muy cerca de Miraflores, los vecinos levantaron e incendiaron barricadas en las calles. Esto generó la acción represiva de la Guardia Nacional, que dispersó la protesta con gases lacrimógenos e incluso intentó entrar a edificios para detener a manifestantes, según denuncias de activistas.
También hubo protestas y barricadas en las zonas populares del 23 de Enero, bastión de los colectivos paramilitares chavistas, donde sonaron cacerolazos hasta bien entrada la noche. Si bien ahí los opositores no pueden salir a protestar porque los grupos armados controlan la zona y no perdonan a la disidencia, el estruendo metálico se escuchaba en la mayoría de los edificios.
La presencia de paramilitares, a bordo de sus motocicletas, fue denunciada en pleno centro de Caracas. El oficialismo recuperó el mismo manual de represión que utilizó durante las protestas de 2017.
» Venezuela inició el año en silencio de lejanía pero en cada cabildo se oye una nueva esperanza. Con el retumbar del cacerolazo del oeste al este de Caracas, se hace inevitable que el grito sea un estruendo por el cambio. ¡Vamos a reencontrarnos este 23-E!», clamó en sus redes sociales Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional.
En círculos políticos y diplomáticos de Caracas no se descarta que el jefe del Legislativo sea detenido en cualquier momento, tras la sentencia diseñada por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que declara ilegal la nueva junta directiva del Parlamento.
Más allá de la situación de «usurpuación» de la presidencia, decretada por la Asamblea Nacional, la última subida del salario mínimo (de 4.500 bolívares soberanos a 18.000) cayó como un cubo de agua helada sobre los ciudadanos, aunque parezca un contrasentido. La subida de los precios pulverizó en pocas horas el aumento, que era una de las principales banderas que Nicolás Maduro esgrimió en su discurso ante el país.
La inflación, que el año pasado rozó un inaudito 1.700.000%, es de tal magnitud que una familia de cinco miembros necesita 900 dólares al mes para comprar su canasta básica, según el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores. Al cambio actual, el salario mínimo navega en torno a los $7.
«Todo caro, nada nos alcanza. Tenemos que salir para luchar por Venezuela . Estamos en la pobreza, somos el pueblo. Uno aquí está pasando hambre», se quejó la joven María Fernanda Rodríguez mientras tocaba de forma desafinada una cacerola vacía durante los enfrentamientos en Cotiza.
Por: Daniel Lozano
Fuente: lanacion.com
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