sábado, noviembre 23, 2024
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SI PABLO ESCOBAR NO HUBIERA MUERTO,NOSOTROS NO ESTARIAMOS VIVOS»,DICE la VIUDA del CAPO

Pablo Escobar está solo y en silencio. Sin su pistola favorita, la mítica Sig. Sauer, ni su ejército de sicarios alegres y dispuestos a gatillar ante la mínima amenaza. El patrón viste de blanco y está sentado en una fuente de aguas danzantes. Aparece su esposa, Victoria Eugenia Henao, y se sienta a su lado. Él sonríe. Se abrazan, se besan, charlan.

Así fue el único sueño que tuvo su viuda desde que el narcotraficante más famoso de la historia murió el 2 de diciembre de 1993rodeado por sus enemigos, solo y acorralado, mientras trastabillaba descalzo por los tejados de una casa de Medellín. Uno de sus matadores (aunque su hijo sostiene que se suicidó de un balazo detrás de la oreja), posó junto a sus compañeros con un pedazo de bigote de Escobar, como un trofeo de guerra.

María Isabel Santos (antes Victoria Henao Escobar) recuerda el sueño ante Infobae, en la primera entrevista que ofrece a un medio argentino desde que se exilió en Buenos Aires el 24 de diciembre de 1994. No puso condiciones, aunque pidió, de ser posible, que el encuentro fuera en un lugar tranquilo. «Mi madre está bien con una taza de café y un vaso de agua», avisó su hijo Sebastián Marroquín, antes llamado Juan Pablo Escobar. Eligió su nueva identidad mirando una guía telefónica.

La charla fue en un entrepiso del Hotel Clásico, un parador boutique de Palermo. Llegó acompañada de su hijo. Santos tiene 57 años, mantiene la belleza en sus rasgos y luce una chaqueta de terciopelo con una blusa al tono.

Su hijo, que no participará de la charla porque dice que la protagonista es su madre, lleva varios ejemplares de D’artagnan, la mítica revista argentina de historietas. Está sorprendido porque en esos ejemplares encontró una saga llamada El día del juicio. Aparece su padre con una metralla en la mano y acribillado. «El capo del cártel de Medellín ha sido asesinado. Pero el problema acaba de comenzar. Su hijo va a tomar el poder». Los autores son Ricardo Barreiro y Francisco Solano López. Justamente Sebastián no siguió en el camino de su padre: es arquitecto, escritor y produce documentales. Uno de ellos, Pecados de mi padre, fue premiado. Sin embargo le muestra los viejos ejemplares a su madre. Ella se sorprende, pero saca la vista enseguida.

Luego dice, con cordialidad, que el encuentro no pude durar más de cuarenta minutos porque deben ir al médico y a buscar al hijo de Sebastián, de seis años, a la escuela.

Tanto Isabel como su hijo miran el salón del hotel, los ventanales con vista a la calle Costa Rica, los sillones. Como si el fantasma de la persecución y el peligro estuvieran tatuados en ellos, en sus movimientos y miradas.

La mujer que conoció a Pablo Escobar cuando tenía 12 años (y él 23) cuenta su verdad en un libro fascinante: Mi vida y mi cárcel con Pablo Escobar, publicado por Planeta. En la foto de portada aparece abrazada junto a Escobar, aunque más que un abrazo él le entrelaza el cuello, como si fuera una rehén. En el libro, que va acompañado por fotos inéditas, cuenta cómo fueron sus años con el peligroso narcotraficante que construyó, como líder del Cartel de Medellín, un imperio que se derrumbó con sangre y balas.

-Firmó el libro con su nombre real. ¿Prefiere que la llamen Victoria o María Isabel?

-En este momento todavía estoy muy conectada con el María Isabel, que es el que siento que me abrió la posibilidad para poder conservar la vida. Es el nombre que elegí en nuestro exilio. Así que de alguna manera sentí que con los años había tenido que sepultar el Victoria Eugenia.

-¿Sigue siendo la misma mujer o se siente otra?
-No lo sé. Me tuve que reinventar. Hemos pasado momentos de peligro. Desde un atentado con un carro que tenía 700 kilos de dinamita a quedar en medio de un tiroteo o buscados por los enemigos de mi marido cuando él estaba en cautiverio. Mire, le voy a contar algo. Pablo va a cumplir 25 años de muerto y lo soñé una sola vez. Me ha llamado mucho la atención eso. En el sueño nos encontrábamos en un clima mágico, fue como un momento muy especial y celestial entre los dos. Había mucha paz. Una paz que quizá nunca tuvimos. Yo creo en los que se van. Creo en la fuerza de los que se van de este mundo. Y siento (hace silencio) que converso con Pablo, con mi madre y con mi padre. Los consulto muchas veces. Siento que puedo ver a través de esa fuerza de los que se fueron. Y también les hago sus reclamos.

-¿Qué reclamo le hace a Pablo?
-Estoy muy enojada con él en medio de este proceso de catarsis e introspección con este libro. Sentí mucho dolor y muchas veces le preguntaba: «¿Qué significaba cuándo me repetías tantas veces que todo lo que hacías era por tu familia?»

-¿Usted cree que no lo hacía por la familia?
-Los hechos son tan complejos que desbordan a veces el análisis de esa situación.

-Hay una escena muy fuerte en el libro. La despedida.
-Fue un adiós para siempre. Sí. Lo sentí de esa manera. Pasaron 25 años de ese momento doloroso y cada vez que lo recuerdo se me hace un nudo en la garganta. La muerte asomaba a la vuelta de la esquina. Él nos abrazó a cada uno y cuando le tocó despedirse de nuestra hija Manuela no pudo contener las lágrimas. Luego nos siguió con su carro hasta que tocó la bocina dos veces antes de girar a la izquierda y perderse en la oscuridad. Ahí pensé que nunca más nos volveríamos a ver. Como si la bocina nos hubiese enviado un mensaje: «Adiós para siempre mi amor, adiós para siempre hijos míos». Fue muy doloroso tomar la decisión de separarnos y demasiado riesgoso también. Estábamos tan muertos al lado de él como en manos del Estado colombiano.

-¿A qué atribuye haber sobrevivido a tanta muerte? ¿Al destino, a un milagro, a la suerte?
-Yo creo en el milagro y siento que cada experiencia de la vida de cada persona, si la logras transitar y sobrevivir a todo ese terror, tiene algún sentido por alguna razón. El Dios en el que yo creo te deja en este mundo para sumar y aportar desde tus experiencias.

-¿Qué pensaría Pablo si supiera del presente que viven?
-Sí, Pablo siempre me pedía que le cuidara mucho a los hijos. Que la prioridad eran ellos, que me fuera de Colombia a buscarles futuro. Él decía que más adelante iba a venir en barco o cómo fuera. Pero ya estaba solo, sin sus soldados. Era un hombre muerto. El único sueño que no pudo cumplir fue ser enterrado al lado de un ceibo en la Hacienda Nápoles. Cada tanto le cuento a dónde voy con los hijos, y lo orgullosa que me siento y que cumplí con todo ese pedido que me hizo en su momento. Así que me siento muy orgullosa por tener los hijos que tengo, también porque ha sido un trabajo entre todos. Poder haber llegado hasta acá, con sentido y con fuerza, es una bendición de Dios. También reconozco a mi hijo Sebastián, que fue la persona que tuvo el coraje de dar el primer paso, hace ya más de una década. No me voy a olvidar nunca cuando en un café en Pinamar me dijo: «Mamá, yo quiero pedirle perdón a Colombia, tengo que hacer algo, y quiero dar ese paso». Me generó mucho miedo por todo lo que significaba para nosotros volver a aparecer, volver a exponernos, pero en el momento dado le dije: «Te apoyo pase lo que pase». Le agradezco a él también, que es parte de la liberación del alma que nosotros fuimos encontrando a través suyo , y empezando a dejar una huella en este mundo, así no sea escuchada por muchos, pero una huella al fin. Le agradezco a Sebastián que haya dado ese paso. Mi hija Manuela, en cambio, sufre mucho y prefiere alejarse de la exposición.

Reconozco a mi hijo Sebastián, que fue la persona que tuvo el coraje de dar el primer paso, hace ya más de una década. No me voy a olvidar nunca cuando en un café en Pinamar me dijo: ‘Mamá, yo quiero pedirle perdón a Colombia, tengo que hacer algo, y quiero dar ese paso’

-¿La repercusión de los documentales y los libros de su hijo le dio impulso para escribir su libro?
-Sí, Sebastián siempre me decía: «¿Cuándo vas a escribir tu historia mamá?». Y yo en realidad no me veía escribiendo la historia, pero van pasando los años, vas reflexionando y me parecía responsable también por Colombia, por mis hijos y por mi nieto escribir mi historia y mi experiencia desde mi lugar para que no se perdiera la esencia. Y más con la cantidad de series, películas y decenas de libros que se hicieron. Hablan de una mujer que yo no soy. Eso me impulsó también a tener la fuerza y el coraje para dar este paso.

-En su libro dice que sólo vio un capítulo de la serie El patrón del mal. ¿Vio las otras series o películas?
-Casi nada porque son series que te conectan mucho con la violencia y no soy capaz. Me duele demasiado. No soy capaz de mirar más violencia de la que ya viví, así que nada que se conecte con la violencia me gusta mirar. Además hay muchas mentiras.

-¿Cuál fue el capítulo que más le costó escribir?
-El del secreto que pensaba llevarme a la tumba. Fue muy fuerte para mí revivir esa experiencia. A la primera persona que se lo conté hace unos meses fue Sebastián. En esas noches de escribir y filosofar un rato, me salió del alma en ese momento y le dije: «Tú no fuiste el primero». Empezó a salir de mí desde mi incursión en las constelaciones familiares y eso fue muy fuerte. No sólo contárselo, sino empezar a conocer lo que me había pasado, porque en ese momento, desde mi niñez, y desde el miedo que tenía por ese paso que había dado, es una historia que ocultas para siempre. Pero cuando ya la empecé a ver con mi terapeuta fue muy traumático para mí entenderlo.

-Entender que se trató de un abuso cometido por Pablo cuando usted tenía 15 años.
-Un abuso sí, en ese momento cuando yo tuve la relación con mi marido, fue una relación de una niña, ingenua, donde realmente esa situación yo la permití, pero más me sentí violada cuando él ya me invita a visitar a esta señora y pasa la violación sin que me consulte nada ni me pregunte nada. Y me hicieron abortar introduciéndome dos tubos. Leer eso llevó a mis hijos a cambiar para mal la mirada que tienen de su padre.

-¿Eso también se lo reprocha aunque él esté muerto?
-Sí, en este momento sí. He estado enojada, he estado en una conversación muy distante con él en este último año. En una separación, de tanto dolor.

El pasado nos persigue y el fantasma de Pablo no nos deja en paz. Como escribo en mi libro, soy, y ojalá no suceda más a partir de ahora, ‘la viuda de Pablo Escobar’

-¿Cómo afronta las críticas de las personas que a usted la apuntan cómo cómplice de todo lo que ocurría por esos años violentos?
-Los comprendo. Yo no tenía opción. Cuando lo conocí, pensé que la primera detención de mi marido había sido por contrabando, no por narcotráfico. El me dejaba al margen de lo que llamaban «negocios». Y cuando le pedía que se alejara de ese mundo, me decía que me quedara tranquila, que él no tenía otro incentivo en la vida que luchar por ustedes. También se ha dicho que tenemos su dinero y eso no es así. No nos quedó nada. Lo que no fue confiscado fue a parar a sus enemigos como retribución al daño que había causado en esa guerra. Me cuestionan por sus actos, sin que importen mis esfuerzos ni mi lucha como madre cabeza de familia. El pasado nos persigue y el fantasma de Pablo no nos deja en paz. Como escribo en mi libro, soy, y ojalá no suceda más a partir de ahora, «la viuda de Pablo Escobar».

Lujos, infidelidades y peligro

«Ma, tienes la mirada de (Magnum) 357», le dice Sebastián a su madre, que posa seria ante el fotógrafo de Infobae. «Hijo, por más que quiera, no puedo sonreír. Hay mucho dolor, y debo respetar a las víctimas de tu padre», le dice su madre. Es una mujer con sus contradicciones y una fortaleza que también puede volverse fragilidad. En sus ojos se percibe una tristeza que viene desde lejos.

Se enamoró de un hombre que era capaz de ser un padre tierno con sus hijos, de contarle cuentos a su niña mientras le señalaba las estrellas o llevar al parque de diversiones a su hijo, a ser despiadado con sus enemigos en la lucha territorial por el poder y la venta de cocaína. Un hombre que se comportaba como niño en juguetería a la hora de elegir los animales para el zoológico de la Hacienda Nápoles. Un hombre que despilfarraba millones de dólares porque era una máquina de ganar dinero sucio y llegó a mandarle flores en avión a su mujer, y a la vez era llamado Robin Hood por muchos habitantes, entre ellos los que comenzar a habitar las mil viviendas que Escobar mandó a construir en un lote donde funcionaba un basurero.

En el prólogo de su obra, Santos escribe: «‘¿Cómo hizo para dormir con ese monstruo?'», me preguntó una de las víctimas de mi marido. ‘¿Era cómplice o víctima? ¿Por qué no hizo nada? ¿Por qué no lo dejó? ¿Por qué no lo denunció?’. Esas preguntas son las mismas que miles de personas se hacen sobre mí. La respuesta es porque lo amaba, y aunque a muchos les parezca insuficiente, la verdad es que esa fue la razón por la que estuve a su lado hasta el último día de su vida, a pesar de la infinidad de veces que no estuve de acuerdo con sus acciones y decisiones».

-¿Se arrepiente de algo?
-Claro. De muchas cosas. Otras las estoy procesando. Algunas me las guardo para mí. Con el tiempo veo la historia a la distancia y desde otra perspectiva. En ese momento era muy difícil.

-¿Conserva algo de todo el lujo que rodeó a su marido y a usted en su apogeo?
-Nada. Hemos tenido demasiado. En el edificio Mónaco tuvimos hasta una escultura de Rodin. Y en la Hacienda Nápoles ni hablar. En el libro derribo muchos mitos, pero tampoco quiero revelarlas ahora.

-¿Puede mencionar alguna?
–Siempre se dijo que mi marido ordenó que se le incrustara un cuerno a un caballo para el cumpleaños de Manuela, para convertirlo en un unicornio. Eso es falso. Y lo prueba una foto que hay en el libro. También es mentira que haya comprado el automóvil baleado de Bonnie & Clyde. Construyó uno y le ordenó a sus hombres que lo balearan para simular los 167 proyectiles que tenía el auto de la famosa pareja de gangsters.

-¿Cómo hizo para reconstruirse después de tanto horror?
-Realmente son 25 años de trabajo personal en este país, me he encontrado con maestros, terapeutas maravillosos. Me encontré muy al principio de este camino con un coaching, que para mí fue una carrera trascendental porque me enseñó a resignificar mi vida. A que mi historia era mi historia. Pero yo podía resignificar la interpretación de esa historia. Allí encontré mucha fuerza y valor. Me costó muchísimo, yo realmente viví con dificultad los primeros cinco años en Buenos Aires, era el disco duro lo que sostenía toda esta corporalidad. Porque me sentí que estuve muy ausente esos años después de tanto dolor. No me podía conectar con mi vida, con mi ser (hace un silencio). Pero también había dentro mío la fuerza de esa mamá que tenía que estar presente empezando a proyectar con mis hijos los primeros pasos. Entonces era la mezcla entre el zombie y el cuerpo que había ahí, y tenía que empezar a conectarme con él. Sigue siendo una tarea ardua, sigo trabajando todo el tiempo en eso, desde las constelaciones familiares encontrándome y leyendo filosofía de vida, historias de otros también que suman todo el tiempo. Gracias a todo eso y el deporte es que yo mantengo un gran deseo de vivir, y hasta este momento jamás me he tomado una pastilla para dormir, ni ninguna pastilla psiquiátrica.

-¿Nunca? ¿Ni en los peores momentos?
-Jamás. Me aferre justamente a la filosofía de vida, a los libros y al deporte cuando podía, siempre y cuando fueran espacios cortos o estrechos.

-¿Qué libros la marcaron?
–El hombre en busca del sentido, de Viktor Frank, por ejemplo, me encanta. También me gusta el filósofo argentino Tomás Abraham, Leo Buscaglia con su libro Vivir, amar y aprender, Jorge Bucay, y muchos libros de coaching. Recuerdo que en su momento Pablo me regaló Tus zonas erróneas, de Wayne Dyer. Y también un libro de ejercicios matemáticos con una dedicatoria especial: «Para mi burrita que sólo se acuerda de mí». Pero en realidad todo el tiempo estoy buscando un libro que trate temas como ¿por qué a mí, por qué esto, por qué ahora? Ese tipo de libros que me conectaban con la vida, con lo moral. Siempre fue un encanto, me gusta ir a la librería, me gusta conectarme con la vida de otros también.

-¿Cree que todo le pasó por algo? ¿O hubiera sido posible evitar su destino?
–Creo que hay un destino, una sincronicidad con él, que por alguna razón te tocan estas circunstancias porque a veces recordando la historia del barrio La Paz con las personas que conocí, mis amigas o mucha gente que admiraba Pablo, a veces me preguntaba: «¿Por qué no se casó con otra? ¿Por qué no miró a otra?» (Sonríe) Aunque él miraba a otras pero…

-La eligió a usted.
-Exacto.

-Y usted lo eligió a él.
-Sí, yo lo elegí a él (los ojos se le llenan de lágrimas). Desde allí creo en la sincronicidad y que la vida te da, te toca tu destino.

-¿Cuando hacía terapia en Buenos Aires, el terapeuta sabía quién era o le ocultaba su pasado?
–Los primeros años le oculté mi realidad a los terapeutas, y justamente las discusiones con Sebastián y con mi familia era que yo estaba totalmente loca, a qué iba a un terapeuta, cómo me iba poder ayudar si no tenía idea de que era lo que yo realmente estaba viviendo. Y yo les decía: «Converso con él y a mí realmente me va sumando». Porque aprendí de algunas frases filosóficas que me encontraba. Y le hablaba de mi viudez y de mis hijos.

-¿De su marido qué decía?
-Que se había muerto en un accidente. Le inventaba un pasado. Le decía que él había sido empresario cafetero. Había cosas que sacaba de las novelas que veía o de alguna canción. Me inventé un pasado. Y había que ensayarlo para no quedar en evidencia. Nadie debía saber que era la viuda de Pablo Escobar Gaviria. Hoy que lo vemos, la verdad que me parece todo una locura. En un momento les dije a Sebastián y a Ángeles, su esposa: «Necesito que me acompañen al doctor a hacer una terapia de familia». Ellos me apoyaban, pero me decían: «No entendemos qué terapia de familia puede hacer esta persona desde ese lugar». Seguí apostando a eso y a ese terapeuta que nos ayudó, mucho tiempo cuando viví la situación aquí en Argentina. Así que siempre me inventaba esos espacios. Aunque fuese una locura estaba hablando con un profesional que me sostenía alguna parte de mis emociones. Sigo sumergida en un proceso de crecimiento personal. Todo el tiempo lo hago, me gusta mucho porque siento que tengo mucho que limpiar como ser humano, y es una historia que no es fácil de soltar, está muy tatuada dentro de ti. Tanta violencia. Pero también le doy gracias a la vida de haber encontrado la fortaleza, de haberme podido aferrar al amor y a la fuerza de mis hijos, y hoy es ese nieto maravilloso que la vida me regaló que me conecta con la plenitud.

“Me inventé un pasado. Y había que ensayarlo para no quedar en evidencia. Nadie debía saber que era la viuda de Pablo Escobar Gaviria”, contó sobre sus primeros años en la Argentina.

-¿Es de malcriar a su nieto?
-Yo lo malcrío totalmente (se ríe), en mi casa y en mi vida hace lo que quiere.

-Me consta -acota Sebastián y vuelve a hacer silencio.

-¿Cuándo fue el día que dejó de sentir miedo o dejó de sentirse perseguida?
-A ver (piensa). Esto ha sido también parte de una montaña rusa diferente. Cuando llegamos a la Argentina, a pesar de la paz que yo sentía en este país, una paz que para mí era imposible mirar, tenía mucha guerra adentro mío. Entonces yo caminaba por las calles, veía a un policía y me cruzaba porque ya sentía que me iban a reconocer. Es tener esa angustia absoluta, que pasó durante muchos años este tema del cambio de identidad, que hay que estar recordando tu nombre que no te lo sabías. A veces me presentaba con mi nombre anterior.

-Se le escapaba.
-Sí, se me escapaba. A partir de mis 33 años yo tenía que nacer de nuevo. Inventar una nueva historia, y además la historia de mi familia. Cuando venían a visitarme debían sostener esa historia e inventarse un pasado ellos también. Y a cada rato en las conversaciones la historia se iba quedando corta, ¿no?

-¿Le costó adaptarse a esta ciudad?
-No fue fácil. Recuerdo que un día yo iba yo en el bus y recuerdo que me quedé muchos minutos con los ojos cerrados (los cierra), muchos. Porque sentí como un estallido. Del pánico que sentí y no me atrevía ni a abrir los ojos porque pensaba que estaba muerta. Fue muy fuerte cuando los abrí y sentía que el bus seguía andando, no entendía que había pasado. Fue muy fuerte. Y en realidad descubrí que aquí en Buenos Aires hay buses que pasan por debajo del tren. Y ese sonido que me era familiar era el del tren pasando.

-En el libro enumera las situaciones de peligro que pasó. ¿Cuál de todas ellas fue la peor?
-Yo siento que cada situación fue muy extrema. Desde el atentado con 700 kilos de dinamita. A los tiroteos, las amenazas de muerte, los intentos de secuestro a mi hijo, los allanamientos, las detenciones. La amenaza de los enemigos de mi marido y la reunión que tuve con los jefes narcos en los que debí darles todos los bienes y el dinero de mi marido, entre ellos un cuadro de Dalí (The Dance) valuado en tres millones de dólares, para que nos perdonaran la vida. El mismo cuadro que creímos incendiado. Cuando se enteró, Pablo me dijo que me iba a comprar otro Dalí. Lo cierto es que esa obra reapareció. Aun así cuando muere Pablo sus enemigos habían decidido sentenciar a muerte a mi hijo por ser heredero de Pablo. Pero todo eso pasó. Fue todo una situación muy límite y agradecí a Dios que en cada momento de eso me fue dando la luz y la fuerza como para transitar cada camino. Pero todos eran complejos, era la vida en todos y cada uno de ellos. Así que no podría decirle si alguno fue más leve que otro. Yo diría que todos tuvieron ese tinte impresionante de peligro.

-¿Ya no siente miedo o el peligro es un fantasma?
-El fantasma de Pablo nos sigue persiguiendo. Aunque vivo mucho más tranquila y con más liviandad, no tan perseguida. Pero hay momentos dolorosos que se siguen viviendo en el país, como las mismas circunstancias en las que nos sentimos perseguidos.

-¿Vivir con Escobar fue una cárcel? ¿Hubo más miedo o amor?
-Hay cosas que aún no pude tener en claro. Yo había empezado a lograr cierta autonomía. Por ejemplo, viajar sin él a ver obras de arte, yo sentía que él me daba esos espacios. Siento que desde la inteligencia que él manejaba, pienso yo hoy que dijo: «Si no le doy siquiera este espacio a «Tatica», como me llamaba él, seguramente no va a soportar toda esta historia». Entonces de alguna manera me permitió que yo pudiera ser en ese mundo diferente al de él.

El fantasma de Pablo nos sigue persiguiendo. Aunque vivo mucho más tranquila y con más liviandad, no tan perseguida. Pero hay momentos dolorosos que se siguen viviendo en el país, como las mismas circunstancias en las que nos sentimos perseguidos.

-De alguna manera él nunca quiso perderla.
-No, yo le propuse separarme. Estaba agotada por las mujeres que tenía, por tanta infidelidad, y a la vez por tanto riesgo de vida. Entonces le propuse separarnos en muchas oportunidades, y él me decía que no, que por ningún motivo, y que antes muerto que separarse de mí. Me decía que no iba a tener nunca hijos por fuera de su hogar, y cumplió con su palabra, a costa de los abortos que le hizo hacer a otras mujeres, cuyo dolor comprendo. Yo en ese momento sentía que tenía al hombre que estaba demasiado enamorado de mí, y me sentía toda una princesa en ese contexto cuando él me lo decía.

-La pulsión que él tenía por sus amantes es un capítulo extenso en su libro. ¿Fue como un desahogo escribir esa parte?
-Puede ser. Yo viví en una cultura muy machista, que el hombre tiene sus relaciones y la mujer se queda en la casa. En Colombia es un tema común, pero dado su poder, la situación fue mucho más intensa. En mi libro escribo lo que le decía: «Pablo, vos sos un hombre muy joven y tenés derecho a ser feliz; seguí adelante con tu vida y con la relación que elijas. Seré la madre de tus hijos, más no tu mujer. No te preocupes por mí, que Victoria Eugenia Henao es única en el planeta. No es necesario que te quedes, no es tan indispensable, Pablo». Y él me regalaba flores, me besaba y me respondía. «No, mi amor, Tata, Tatica, estás equivocada. No te dejes llenar la cabeza de chismes. No te dejaré por ningún motivo, muchos quieren vernos separados».

-Cuando él vivía sus aventuras amorosas y llegaba de madrugada y usted lo esperaba, ¿nuca pensó en vengarse y serle infiel?
-No, no se me ocurrió, porque venía de un hogar muy conservador. Mis padres eran muy conservadores y estaba cuidando a mis hijos. Ocupaba mi tiempo en ellos, que eran lo que más amaba, y en la cultura. Porque los últimos nueve años con Pablo fueron muy encerrados, los pasé muy escondida por temas de seguridad, y nuestros movimientos dependían de él. Así que no había ninguna oportunidad tampoco.

-¿Qué extraña de esos años?
-Extraño no poder estar en Colombia al lado de mi familia. Poderlos ver cada mañana y poderlos abrazar realmente. Es lo que extraño.

-¿Sigue amando a Pablo?
-A partir de esta catarsis, y todo este proceso terapéutico que vengo haciendo, estoy tomando cierta distancia de ese hombre que idealicé llamado Pablo Escobar. Hasta hace dos años que empecé a escribir las primeras líneas de este libro, me empecé a encontrar con esa realidad. Ha sido muy fuerte para mí empezar a salirme de esa idealización.

-¿De dejar de amarlo?
-Es algo que no le puedo decir que lo tengo resuelto, es un proceso, porque nos unieron muchas cosas maravillosas: mis hijos y hoy tengo un nieto gracias a esa unión también. Es esa disociación. Por momentos siento un gran dolor por mirar la vida de mis hijos, a dónde los sometimos desde esta relación y desde sus malas acciones. Me apena muchísimo también encontrarme con esa realidad. Como yo a un niño de siete años y a una bebé en brazos los manejé en los momentos más difíciles. Ellos estaban ahí. Nunca se rebelaron, o nos dijeron «nos vamos». Lloraban pero ahí se quedaban, entonces siento un gran dolor por eso, y un pedido de perdón hacia ellos.

Estoy tomando cierta distancia de ese hombre que idealicé llamado Pablo Escobar

-¿Pensó alguna vez qué rumbo hubiese tomado su vida si a Pablo no lo hubiesen matado?
–Si Pablo no se hubiera muerto, nosotros no existiríamos. Yo lo había hablado con mi hijo en muchas ocasiones y a esta altura no estaríamos vivos realmente.

-¿Qué siente cuando ve las fotos que eligió para publicar en el libro?
-Es el único tesoro que me quedó en esta guerra, las fotografías de la familia y todos los videos. Fue lo único que escondí y guardé rigurosamente. No sé por qué, siempre me gusta guardar los recuerdos, y las cartas y las tarjetas y fue lo único que sobrevivió de la familia. Empezar a rescatar y mirar toda esa historia es muy fuerte, emotivo y doloroso. Juntar estas fotografías fue un proceso de familia muy especial. Las elegí con Sebastián y el editor.

-La mayoría son imágenes de momentos felices. De cuando existía ese idilio que una familia se veía feliz.
-Exactamente. Pero en el libro también intento mostrar mi verdad, para que puedan entender un poco más a la mujer. Y que de alguna manera sea un espacio de reflexión para muchas mujeres que tomamos decisiones irresponsables muchas veces.

-¿Cuál fue su decisión irresponsable?
-No tuve opción, pero cuando hablo de irresponsabilidades en realidad no tiene sentido porque tú te enamoras y no sabes qué va a pasar con tu vida, y no pude salir de ahí, no es tu responsabilidad. Por momentos era muy inconsciente de la situación real.

-¿El sueño de Pablo era ser presidente y que usted fuera su Primera Dama?
-Él me lo dijo. Cuando ingresó en la política como congresal, me dijo que me preparara para ser la Primera Dama. Por esos días me vestía con diseños de Valentino, intentaba aprender idiomas y él me preguntaba sobre las noticias: «Tata, qué han dicho del presidente Reagan, del Papa Juan Pablo II y de mí». Su sueño se esfumó. Y ahí empezó la guerra.

-¿Qué sintió al encontrarse con las víctimas de su esposo?
-Para mí fue una muy linda experiencia y muy sentida haberme encontrado con algunas víctimas en este proceso. No imaginé que iban a presentarse esas oportunidades a partir de la presentación del libro. Dado el camino que Sebastián ha recorrido también tuve la oportunidad de encontrarme con una de ellas, Jorge Lara, el hijo del ministro de Justicia asesinado Rodrigo Lara Bonilla. Cuando ocurrió eso me arrodillé y recé llorando. Encontrarme con su hijo fue un momento muy especial para mí, fue un regalo de Dios poder acercarme a él, abrazarlo, pedirle perdón por todo ese dolor, y le agradezco a él su grandeza y su nobleza de corazón por haberme permitido acercarme y mirarme a los ojos y entender la situación. Por momentos me sentía a la deriva, abrazada a Juan Pablo, me miraba el vientre y me aterraba pensar que el futuro de mis hijos y el mío eran muy inciertos. Mi marido se había embarcado en una guerra de proporciones desconocidas y nosotros estábamos indefensos, esperando que decida él. Jamás imaginé el horror que viviríamos poco después y no he dejado de reprocharme lo anestesiada que debía estar y mi falta de contacto con la realidad. Tenía 23 años y lo único que hice fue depositar toda la fortaleza en mi hijo de siete años y en la bebé que venía. Se lo recriminaba a Pablo, le pedía que parara pero él me respondía: «Te prometo Tata mi amor que esto se va a solucionar más pronto de lo que creés y vamos a disfrutar de nuestros hijos por mucho tiempo». Hay cosas que descubrí investigando para este libro. Prefiero no decirlas ahora.

-¿Piensa seguir escribiendo de su marido o tiene en mente escribir sobre tema?
-Sí, me encantaría cambar de tema. Tengo un libro empezado justamente de coaching tiene que ver de la cima, con «ese», que es cuando estas en la cima del Everest y cuando estas en la «fosa de las Marianas». Es el abismo más profundo del mundo. Es como la vida. Entonces desde ese lugar me gustaría seguir escribiendo y lo que la vida te vaya mostrando en el proceso, juntarme con otros. Me gustaría también desde mi historia escribir con un neurocientífico, el comportamiento de la mente ante esas situaciones asesinas y terroristas. He estado leyendo algunas cosas sobre ese tema, y tanta gente que vive con personajes que no saben que tienen esos comportamientos.

-¿Cómo definiría la mente de Pablo?
-Me cuesta mucho disociar esas dos personalidades porque siempre es como que estuve al lado del hombre que apostaba por la familia, por sus hijos, por su mujer, y por mucha gente. Era un hombre al que le importaba mucho el dolor de la gente y estar presente en sus miserias. Pero al mismo tiempo era un hombre con esa ira ante un país y sus enemigos, y eso es muy fuerte. Ver esos dos personajes en un solo cuerpo, no he podido terminarlo de entender.

-¿Cómo le gustaría ser recordada?
-A mí me gustaría que me recordaran como una mujer resiliente, comprometida con sus hijos. Y una mujer comprometida también con las nuevas generaciones, para aprender de esta historia. Que en ninguna circunstancia de la vida, permita que la luz y tus sentidos se apague. A mí me gustaría que me recordaran no por ser la viuda de Pablo Escobar, sino por una mujer que siempre reinventó opciones para encontrarle sentido a la vida.

Pablo era un hombre al que le importaba mucho el dolor de la gente y estar presente en sus miserias. Pero al mismo tiempo era un hombre con esa ira ante un país y sus enemigos, y eso es muy fuerte. Ver esos dos personajes en un solo cuerpo, no he podido terminarlo de entender

-¿Le encontró sentido?
-Siempre. Yo creo que por esa razón nunca he tomado una pastilla, soy una persona sana, no tengo adicciones de licor, ni de drogas ni nada de eso. Todo el tiempo le he encontrado sentido a la vida.

-¿Nunca pensó en rehacer su vida con otro hombre?
-Quedé muy traumada con esa situación, y a mis terapeutas siempre les he dicho que me voy a enamorar de mis hijos y de los libros. Porque me da mucho miedo tener que hacerme responsable de lo que le pase al destino de otra persona que se me acerque.

-Siente que le quedó una marca.
-Exactamente. Puede tener sus consecuencias entonces, por más que el otro se equivoque yo voy a ser responsable de eso. Muy pocos me reconocen por mi nueva vida. No me miran como mujer, sino como la extensión en el tiempo de la maldad de mi marido. Antes era Victoria Eugenia Henao, ahora soy María Isabel Santos. Para siempre.

Luego de decir esas palabras, Sebastián, su hijo, hace señas. Es hora de irse. Su nieto los espera. Antes, Isabel dedica un libro para Infobae: sentada a un sillón, lo abre y escribe con letra prolija.

«Buenos Aires, 8 de noviembre. Un camino de vida que se pudo construir. Con cariño, Victoria Henao Escobar».

Luego de firmar, se sorprende. Y confiesa: «Es la primera vez en 25 años que firmo con mi nombre real. Quizá se me escapó, o es que este libro me hace reencontrar, aunque sea por instantes, con aquella que fui y nunca más volveré a ser».

 

María Isabel Santos
María Isabel Santos, antes Victoria Henao Escobar, acaba de publicar el libro “Mi vida y mi cárcel con Pablo Escobar” (Guille Llamos)

 

Santos asistió a la entrevista con Infobae acompañada por su hijo (Guille Llamos)
Santos asistió a la entrevista con Infobae acompañada por su hijo (Guille Llamos)

 

la viuda de Escobar
Para el libro, la viuda de Escobar mantuvo su nombre real (Victoria Eugenia Henao – Editorial Planeta)

 

La mujer conoció al narcotraficante cuando ella tenía 12 años y él 23 (Guille Llamos)

 

Santos se mudó a la Argentina donde simuló por muchos años que su marido era otra persona para ocultarse (Guille Llamos)
Álbum familiar (Victoria Eugenia Henao – Editorial Planeta)

 

“Siempre se dijo que mi marido ordenó que se le incrustara un cuerno a un caballo para el cumpleaños de Manuela, para convertirlo en un unicornio. Eso es falso”, reveló la viuda de Escobar a Infobae. (Guille Llamos)

 

Henao lleva 25 años viviendo en la Argentina (Guille Llamos)

 

Más imágenes del álbum familiar (Victoria Eugenia Henao – Editorial Planeta)

 

el libro la viuda de Escobar decidió publicar fotos de su familia (Victoria Eugenia Henao – Editorial Planeta)
(Victoria Eugenia Henao – Editorial Planeta)

 

Dedicatoria
La dedicatoria de la viuda de Escobar al cronista de Infobae con un nombre que no usaba desde hacía más de dos décadas

 

 

Fuente: 


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