Un motín en un penal de Ciudad Juárez (Chihuahua) ha ocasionado la muerte de 17 personas, diez de ellos oficiales de seguridad y custodia penitenciaria y siete reclusos. La Fiscalía estatal ha confirmado además otras 13 personas heridas. La revuelta ha permitido la fuga de 27 presos, “quienes se valieron de lo ocurrido para ejecutar acciones en contra de grupos antagónicos”, ha informado la Fiscalía. Entre los huidos se encuentra El Neto, líder criminal de Los Mexicles, grupo vinculado al cartel de Sinaloa.
El altercado se produjo alrededor de las siete de la mañana, cuando hombres armados llegaron al penal en furgonetas blindadas y dispararon contra los oficiales de seguridad. En el lugar se desató una balacera, quema de muebles y colchones al interior de la cárcel. Las columnas de humo negro podían verse desde la calle. Antes del motín, la policía vivió dos enfrentamientos con supuestos delincuentes en las calles de la ciudad, que se saldaron con dos hombres abatidos. Para sofocar el motín, la Fiscalía contó con la cooperación del Ejército, la Guardia Nacional y agentes estatales de Investigación. Personal del servicio médico forense y de servicios periciales entraron en la cárcel durante el medio día para hacer un recuento de la situación y prestar los servicios oportunos.
Al menos 10 presos han recibido atención médica por heridas con armas de fuego durante la contienda, según ha informado el Ministerio Público. Cuatro de ellos —Edgar Benjamín M. A., José Ricardo O. A., Juan C.M. y Marcos R.G.— tuvieron que ser trasladados a un hospital, los otros seis —Eduardo Y. R., Ramón G. D., Alfredo A. R., Manuel S. S., Manuel R. M. y Josué S. M.— fueron intervenidos en el mismo penal.
En la mañana, el alcalde de la localidad, Cruz Pérez Cuéllar, dijo a los medios de comunicación que había tres presuntos delincuentes muertos y cinco detenidos y que se habían decomisado 14 armas largas. No quiso informar sobre el saldo del motín al interior de la cárcel, porque le corresponde a la Fiscalía. Informó, asimismo, de que los altercados no habían tenido reflejo en otras partes de la ciudad, como ha ocurrido en recientes ocasiones, y que se mantienen alertas. Sin embargo, la Fiscalía ha informado de que, antes del motín, hubo un ataque contra la policía municipal en la avenida Manuel Gómez Morín y que, tras una persecución, se logró capturar a cuatro hombres y se aseguró una camioneta Ford Expedition. Posteriormente, en la avenida Panamericana, agentes de la policía abatieron a dos personas que iban a bordo de un vehículo tipo Hummer.
El centro estatal de reinserción social (Cereso) número 3, que así se llama, vivió otro motín el pasado 11 de agosto que derivó en ataques armados contra la población en las calles de la ciudad fronteriza, lo que ocasionó 11 muertos, entre ellos un niño de 4 años. El pavor se extendió entre la ciudadanía a quienes las autoridades sugirieron permanecer en sus casas, muy tarde para quienes ya se encontraban fuera. Dos mujeres fallecieron al incendiarse el local en la que trabajaban, y cuatro más fueron acribillados a las puertas de una pizzería, entre ellos, un locutor de radio, Alan González y tres compañeros. A ellos se sumaron los internos que fallecieron en el motín previo.
La pelea entre dos grupos criminales apoyados por los grandes cárteles, los Mexicles y los Chapos, fue el detonante del caos que posteriormente corrió por toda la ciudad en un alarde de fuego que dejaba un mensaje de poderío a las autoridades civiles. Tanto la gobernadora del Estado, Maru Campos, como el presidente Andrés Manuel López Obrador lamentaron lo sucedido. No era la primera vez que la población civil se tomaba como blanco para sembrar el terror y demostrar fuerza, pero en esta ocasión el caos y las muertes aleatorias por toda la ciudad alertaron a los políticos. Ya nadie podía decir que el narco desataba sus propias guerras. Todo el mundo estaba en riesgo. El mensaje había calado.
Los motines en las cárceles y la liberación de presos son comunes cuando el crimen organizado trata de “calentar la plaza”, como se conoce a estas peleas por el control del territorio para sus actividades delictivas.
Ciudad Juárez no fue en aquellos días la única población en pánico por los ataques, también se dieron en Tijuana, Tecate y Mexicali. Y días antes en Guanajuato y Jalisco. En apenas una semana, los cárteles pusieron en jaque a todo el país, revelando, de nuevo, las precarias condiciones de seguridad que se viven en México y por las que tantas veces se ha criticado la estrategia que en esta materia ha implementado el Gobierno, inexistente, según critica la oposición. El lema del presidente de “abrazos, no balazos”, desde el inicio de su mandato, en contraposición con anteriores sexenios de lucha abierta entre las fuerzas de seguridad y los cárteles, no ha mejorado sustancialmente las cifras de homicidios. Numerosos Estados viven atrapados en una espiral de violencia que cada día deja un promedio de 100 muertes.
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