MICHOACÁN
La violencia de los cárteles en la región ha provocado un éxodo. Los habitantes dejan atrás familia, amigos, pertenencias… y sus identificaciones para votar.
De mañana hasta entrada la tarde, mujeres, niños y hombres se preparan para la ola de violencia que desde hace días recorre buena parte de Michoacán.
El temblor de las metralletas tiene bajo el terror a varias zonas del estado, cuyas tierras se disputan los cárteles de la droga.
En Aguililla al sudoeste de Michoacán, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) lleva acabo una ofensiva en la que ha tomado posiciones importantes. Para llegar, no tuvo que controlar Colima, ni tampoco Jalisco, donde tiene su base operativa. Por el contrario, la organización siempre ha estado ahí, donde son originarios sus principales delincuentes.
El pasado 5 de abril los WhatsApp de los habitantes de Aguililla echaron humo. Mientras se mantenían en vela por la ola de terror en la región, recibieron una noticia: el CJNG había roto la última barrera que les impedía entrar y tomar el pueblo.
Días antes, los pobladores sabían que los pistoleros de Nemesio Oseguera Cervantes, el Mencho, pretendían obtener el control del lugar, como una una muestra de reconocimiento y veneración a su líder, quien nació ahí.
Con presencia en toda América y un pie en Europa y Asia, que el CJNG intentara apoderarse de Michoacán — por las buenas o por las malas—, era sólo cuestión de tiempo.
Empujados por el aumento sostenido de las formas más brutales de la violencia, la falta de resultados de una guerra que se antoja cada vez más larga, y las miles de ejecuciones, los pobladores dejaron atrás su vida, su ropa, fotografías y hasta identificaciones.
El que los habitantes hubieran dejado sus credenciales oficiales se trató de una decisión consciente, pues unos días antes del asalto a Michoacán, miembros del grupo rival, Cárteles Unidos, les advirtieron que en caso de una escabullida enterraran cualquier indicio que los identificara como gente del pueblo.
Si en algún camino la gente del Mencho instalaba un retén, y los reconocía como pobladores de Aguililla,
les podrían torturar, asesinar o desaparecer.
Hasta ahora los únicos capaces de frenar al poderoso Cártel Jalisco en su intento por controlar Michoacán han sido las autodefensas, un grupo de civiles armados que en 2013 encandiló al país cuando se levantó en armas contra el cártel de Los Caballeros Templarios.
Por desgracia parece no haber ley ni autoridad que se imponga y salvaguarde a la población del flagelo que se adueñó de calles, carreteras y pueblos enteros.
Descubre más desde México Rojo
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.