El caso que cimbró al Valle de Apatzingán comienza a tener respuesta.
Este lunes fue encontrado sin vida Bernardo Bravo, presidente de Citricultores del Valle de Apatzingán, a un costado de la carretera Apatzingán–Presa del Rosario. Su cuerpo mostraba huellas de violencia.
Bravo era una voz valiente: denunció públicamente las extorsiones y cuotas impuestas a los productores de limón por parte de grupos criminales que desde hace años asfixian a la región.
Horas después, en un operativo conjunto entre la SEDENA, SSPC, SEMAR, FGR, Guardia Nacional y la Fiscalía de Michoacán, fue detenido Rigoberto “N”, identificado como líder operativo de una célula criminal dedicada precisamente al cobro de cuotas y la extorsión a citricultores.
El presunto responsable viajaba en un vehículo cuando fue interceptado por las fuerzas de seguridad. Se le acusa de haber ordenado el asesinato de Bravo, el líder limonero que se negó a seguir pagando.
El caso es claro: Bernardo Bravo fue asesinado por enfrentar la corrupción y el miedo.
La captura de Rigoberto “N” representa un paso hacia la justicia que los productores llevan años exigiendo.

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